Este es el nuevo discurso que debe impregnar
Europa de nuevo. En los últimos días he leído en la prensa que vamos a ser “una
región alemana”, que vamos a estar gobernados no por Mariano Rajoy, sino por
Angela Merkel y las leyes de los mercados.
Sinceramente, me niego a pensar eso. Es imposible
asumir en estos tiempos una Europa dirigida por un único país. Eso no es
Europa.
Siguiendo el discurso que ayer, después de 13 años,
pronunció el excanciller alemán Helmut Schmidt en el congreso del SPD, a
Alemania no le conviene ser visto como un “matón”, que olvida que no tiene
futuro si pretende ir solo. Según él, “sin integración y solidaridad no hay
Europa”, y sin Europa, de momento, el mundo queda bipolarizado en Estados Unidos
y China. Aun en el supuesto de ser por puro egoismo, a Alemania no le interesa
tampoco esta desintegración.
Es momento para la solidaridad. Lo han demostrados
los “Indignados Europeos”. Ha habido manifestaciones, han organizado una marcha
hasta Bruselas, ante la sede del Parlamento de la Unión Europea. Para ellos,
sus reclamos no son locales. Llegaron desde Madrid, desde Toulose, desde
Aachen, Barcelona, ...
Esto es lo que deberían observar nuestros
políticos. Escuchar. Escuchar que es lo que pide la gente, y no fijarse solo en
las demandas de unos cuantos poderosos. En Europa, hoy, parece que todo se
decide entre dos. Sin preguntar. Nos hicieron creer que Europa éramos todos.
Todos somos ciudadanos Europeos. Necesitábamos una Constitución Europea.
Yo me pregunto ahora ¿para
qué? ¿Es que acaso somos todos iguales?
Hace unos días, Francisco Manuel Moreno publicaba
en El País un artículo, titulado “Una
Europa solidaria”, y llamaba a que apareciera alguien que recordara que “la
base de nuestro futuro pasa por una Europa solidaria, unida y democrática”.
De momento ha aparecido Schmidt, esperemos que
sean muchos más.
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